Hay un vecino del barrio de Saavedra que no cerró su ventana cuando alguien necesitó de su ayuda: una chica de 21 años estaba a punto de ser violada en un terraplén de la General Paz, y él llamó desesperadamente a la policía, que pudo llegar a tiempo y salvarla de que eso ocurriera.
Habrá vecinos que llaman desesperadamente a la policía para que nos venga a hacer apagar, de inmediato, la música de nuestra reunión de cumpleaños, porque no pueden tolerarla ni siquiera por un rato dentro de sus casas.
Hay vecinos que, aunando esfuerzos, crean comedores para los hijos de los vecinos que no tienen nada, como en el barrio de Irupé, Corrientes, donde crearon un centro para brindar almuerzo, merienda, apoyo escolar y talleres recreativos a 150 niños carecientes.
Habrá vecinos que envidian el verde del pasto del vecino, o que han quedado ofendidos durante años por problemas con una ligustrina.
Hay vecinos que han peleado de forma pacífica, pero con tenacidad, por problemas ambientales concretos de sus barrios, como los que podría provocar la minería en Andalgalá, Famatina y Esquel, la falta de espacios verdes, las papeleras en el río Uruguay, el Ceamse o las fumigaciones con agrotóxicos.
Habrá vecinos que se organizan para no dirigirle la palabra a un vecino del que se dice que siempre pide prestada la moladora y nunca la devuelve, o vecinas que se organizan para darle vuelta la cara, cada vez que la crucen, a una vecina sospechada de vida ligera.
Pero hay vecinos que se organizan para que nadie quede solo frente a las injusticias. Son los que abren sus ventanas hacia los demás, que miran para ayudar, que colaboran en la prevención de los delitos basándose en la solidaridad.
O los que se reúnen en asambleas y participan y actúan de forma horizontal, causando «ruidos molestos» a las autoridades que no dan respuestas a los problemas; o los que, además de prestarle una taza de azúcar al vecino que golpea su puerta para pedirla, también presta atención a las causas que puedan explicar por qué hay vecinos de otros barrios que tienen que ir pidiendo comida de puerta en puerta.
Habrá vecinos molestos, o chusmas, o ausentes, o ruidosos, o individualistas, o antipáticos, pero hay vecinos que siempre están dispuestos a estar al lado de su vecino cuando éste lo necesita; de su lado o del lado de enfrente, o casa de por medio, o de la otra cuadra, o del piso de arriba o del piso de abajo, o del edificio de la esquina.
Esos merecen un elogio y, además, merecen que se les preste la moladora, y que la devuelva cuando quiera.