“Cuando me propusieron hacer este libro como recuerdo de una Mendoza de antaño, tal vez nunca fotografiada como se muestra en él, no dudé ni un momento que debía realizarse”, expresó en su momento el Viti sobre este proyecto, uno de los últimos que alcanzó a impulsar.

“El rescate patrimonial, da otro fruto a los tantos que hemos recuperado para la historia de Mendoza, que todos los días se reescribe con estos hallazgos. Testimonios de un hombre al que le sobraron agallas para lo que emprendió en su vida personal y política. Me emociona pensar y creer, que las nuevas generaciones puedan reconocer en estas fotografías, su historia”, pronunció el entonces intendente de la Ciudad.

El libro

La labor fotográfica de De San Martín tuvo además de la faz documental un evidente perfil artístico. Muchas de sus tomas son producto de un ojo entrenado y atento al placer estético.

Según detallan las palabras preliminares del volumen: «la colección de De San Martín consta de 6.899 placas de vidrio de 4,5 cm por 10,7 cm y 42 de 10 cm por 15 cm. Las tomas registran imágenes familiares, de lugares y de acontecimientos públicos. Han quedado registradas personalidades célebres como Umberto, príncipe de Savoia, aspirante al trono de Italia, el aviador Jorge Newbery, captado apenas minutos antes de su accidente fatal en Los Tamarindos, en 1914, y los gobernadores de Mendoza Carlos Washington Lencinas y Rufino Ortega. También captó varias conmemoraciones patrias, actos religiosos y sus viajes por diversos lugares de Suiza, Italia, Francia, España, Inglaterra, Portugal, Austria, Bélgica, Alemania, Países Bajos, Mónaco, Marruecos, Chile, Argentina, Paraguay, Brasil».

La colección fue conservada, tras su muerte el 25 de junio de 1944, por su hija Angèle de San Martín de Correas y luego por su nieta Maga, antes de llegar a manos de su otra nieta, Nora, quien con la colaboración de su asistente, Adriana Antidín hizo una impecable tarea de conservación.

Paradójicamente, las fotos de José Benito de San Martín, con su gran contenido estético, documental y patrimonial, es lo único que pervive hoy de su intensa labor. Esta conservación se concretó gracias a la labor incansable de su nieta, quien valoró la importancia de la colección.

Nora Correas, en el prólogo, cuenta lo siguiente: «Al ver las fotos, me di cuenta que mi abuelo había fotografiado una época maravillosa, antes de las dos guerras. Un innato sentido por lo bello, sentido que lo acompañó siempre en su obra, me dio fuerzas para emprender un trabajo largo y complejo: ver digitalmente todo ese mundo perdido».

«En este libro se muestran algunas fotos de la vieja Mendoza, aquella Mendoza de principios del siglo XX, cuando empezaba a crecer. Aquí, el pasado se ha vuelto presente y nos lleva a descubrir que no somos tan distintos de aquellos que vivieron hace tanto tiempo”.

¡Los esperamos!